miércoles, 13 de abril de 2022

DETRÁS DE LA MASCARILLA

Estos últimos años pandémicos existe una experiencia que se ha repetido en varias ocasiones: se conoce a alguien con mascarilla o cubrebocas, es decir que se conoce solamente la parte superior de su rostro. Sin embargo, por alguna natural tendencia de la percepción, se tiende a completar la imagen con lo que nuestro cerebro elige de acuerdo con la mitad del rostro que puede observar. Luego, por alguna circunstancia, la persona que conocemos o acabamos de conocer se descubre y resulta que nunca, pero nunca, el rostro total es el que habíamos imaginado. Jamás conseguimos 'adivinar' con exactitud qué es lo que hay debajo del cubrebocas o barbijo. Siempre lo que aparece será una sorpresa, y a veces inesperada o desagradable. 

Esto, que parecería obvio, siempre nos suele asombrar, pues solemos tener la seguridad de que las cosas son como pensamos, y existe un leve choque cuando alguna persona se descubre delante de nosotros y vemos una sonrisa, unos labios, una nariz de facturas muy diferentes a las que suponíamos. 

Llevando la reflexión un poco más allá, podríamos decir que no solamente es así cuando de barbijos y rostros se trata, sino que se puede extrapolar esta situación a la vida en general. Porque cuántas veces nuestro cerebro o nuestro corazón han completado un rostro, una personalidad, un carácter, la calidad de una relación, etc., etc. a partir de solamente una o dos características de una persona. 

¿Cuántas veces nos hemos enamorado de alguien o nos hemos aferrado a una certeza que partía de acercarnos solamente a la parte observable y dejar que nuestra fantasía complete el resto? ¿Cuántas veces hemos idolatrado a cantantes, músicos, artistas o actores imaginando que su vida personal, correspondiente a la parte no vista de la cara, era la que parecía predecir o ir en lógica concordancia con su obra o su fama, correspondiente a la parte no visible? Y lo que es peor ¿cuántas veces nos hemos aferrado a certezas que en realidad no tenían ningún asidero, basándonos en lo que creíamos que se avizoraba a partir de algún detalle que después se nos reveló absolutamente irrelevante, así como la hipotética correspondencia que podía existir entre un color de ojos y una forma de labios? 

La vida siempre está dando lecciones. Y así como unos bellos ojos no necesariamente llevan como condición sine qua non a una bella nariz y una boca besable, una parte no necesariamente habla de un todo en concordancia. Por eso es mejor esperar a que la gente y la vida se quiten la mascarilla para tomar cualquier importante decisión. ¿O no?