martes, 4 de junio de 2013

lo más difícil: comenzar por uno mismo

Tal parecería que los seres humanos nos caracterizamos por estar pendientes de nuestros congéneres, y más que nada en sus actitudes negativas.
Sabemos, por ejemplo, todo lo que hacen mal. 
Sabemos en qué se equivocan. 
Sabemos cuándo hicieron algo 'contra mí', aunque ni ellos mismos se hayan dado cuenta. 
Sabemos exactamente lo que quisieron decir cuando ellos pensaban que estaban diciendo (y queriendo decir) otra cosa. 
Sabemos lo que tendrían que haber hecho, cuándo y cómo. Así lo habríamos hecho nosotros, de habérnoslo permitido.
Sabemos exactamente cómo tienen que actuar todas las autoridades a cuyo cargo estamos, comenzando por la autoridad paterna o materna de nuestro hogar y terminando por la autoridad del país. 
Hay gente que, incluso, sabe cómo tendría que obrar Dios. O sea, creen en Él, pero no están seguros de que dé la talla para la majestad del cargo que ostenta.
Esto nos permite básicamente dos cosas:
  1. Sentirnos que somos muy buenos o muy buenas, inteligentes además... 
  2. No hacer nada para cambiar, después de todo, no lo necesitamos. Los que tienen que cambiar son los demás. 
Es una actitud muy irreal, y perniciosa, además, pues en este mundo, si cada uno supiera lo que tiene que hacer y lo hiciera, las cosas de seguro cambiarían para bien. 
Por eso, tal vez es conveniente preguntarme qué hago mal.
Saber en qué me equivoqué.
Saber cuándo mis acciones están más destinadas a hacer daño a alguien antes que a otro loable fin que pretendo poner por delante.
Saber que si alguien dice algo eso es todo lo que está diciendo, y revisar mis intenciones y mis palabras antes de emitirlas. 
Saber bien lo que tengo que hacer.
Y hacerlo.

miércoles, 29 de mayo de 2013

la eliminación en facebook o la muerte simbólica


Es a mi amigo, el gran escritor Abdón Ubidia, a quien he escuchado decir que la experiencia más similar a la vivencia de la propia muerte vendría a ser la ruptura amorosa, sobre todo para aquel miembro que no la ha decidido y que por lo mismo se ve y se siente bruscamente 'expulsado' de una vida y un corazón ajenos.
Sin llegar a los efectos de destrucción psicológica que provoca una ruptura amorosa, parecería que ahora existe una manera igual de efectiva para provocar una especie de 'muerte simbólica', y es la eliminación de una red social, concretamente de facebook, que es tal vez la más popular de todas. 
Lo digo porque en días pasados alguien muy querido para mí lo hizo. Se ofendió por ciertos comentarios míos a una actualización de estado suya y me bloqueó a mí, a otro amigo e incluso a mi hermano, que hasta donde yo sé no tenía arte ni parte en el asunto. 
Más allá de los intríngulis íntimos de este suceso, me quedé pensando. Es verdad que en ocasiones yo he eliminado de mis listas de amigos de facebook a ciertas personas, sobre todo cuando no son muy conocidas para mí y cuando noto que no hay casi ninguna coincidencia en aspectos sobre todo ideológicos o políticos. Han sido eliminaciones que podríamos llamar 'asépticas', pues no ha mediado un desencuentro evidente ni un forcejeo de opiniones o de ideas. 
Yo también he sido eliminada, en particular en dos ocasiones, y ha sido exclusivamente por mis filiaciones políticas. La primera vez, aunque me sorprendió, no me afectó mayormente. 
Esta ocasión, sin embargo, dada la cercanía de la persona que me borró de su facebook me puse a pensar en los significados de ese suceso. Hasta donde me alcanza la consciencia, no me parece haber sido grosera o agresiva en lo que dije. Pienso, por otro lado, que yo jamás habría eliminado a esa misma persona de mi red social. Según yo, mis palabras no fueron hirientes, aunque tal vez sí toqué uno o dos temas sensibles para esta persona (de eso me di cuenta después). 
Pero más allá de eso, ¿qué puede significar una elminación de una red social a determinada persona? Recuerdo por ejemplo a una persona que se dedicó a poner larguísimos posts, todo en mayúsculas, a favor del Presidente Rafael Correa. Cada post debía tener por lo menos mil caracteres sin espacios y empleaba términos tan rimbombantes como GLORIA AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA... amén de las hileras de por lo menos cincuenta signos de puntuación al final de cada alabanza. Aunque yo comparto sus simpatías por el régimen, me harté. Pero no lo eliminé de mis listas, sino que simplemente bloqueé la aparición de sus actualizaciones de Estado en mi página de inicio. 
Sin embargo, cuando una persona querida nos borra y además se vuelve totalmente invisible para nosotros, sí nos provoca pensar si no será como en el caso de la ruptura amorosa: ¿en el fondo de su corazón no estará también, de alguna manera, borrándonos del planeta? ¿se constituye esto en lo que se podría llamar una pequeña 'muerte simbólica'? ¿en un... 'asesinato simbólico'? 
Entonces, tal vez para completar lo afirmado por Abdón, podríamos decir que la vivencia de la propia muerte no se experimenta solamente en la ruptura amorosa no deseada, sino también, en estos tiempos postmodernos, a través de la eliminación de una red social.