domingo, 4 de julio de 2021

libros y lecciones


 
Me eligieron madrina de una confirmación. Quienes me conocen saben de mis desencuentros con las religiones en general y con la católica en particular. Más ahora, que en Canadá se han descubierto tantas fosas comunes de niños maltratados en escuelas de esa confesión. Todo mi ser se rebela contra una institución genocida y codiciosa de poder temporal y bienes materiales. Y sí, si quieren, hay un conflicto entre eso y convertirme en el apoyo espiritual de alguien que profesa esa contradictoria fe.
Pero es en ese momento cuando recuerdo esa bella y estremecedora novela corta de Miguel de Unamuno: SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR. La historia de un sacerdote católico que descubre la falsedad de su fe y sin embargo comprende, más allá de eso, que no es nadie para quitarle a la gente sencilla el único consuelo de su vida. 
 
No creo el el dios psicópata y tirano del Viejo Testamento, que pide sacrificios de animales y manda a matar con saña a cualquiera que no se humille ante él. Tengo serios reparos sobre la existencia histórica y real de Jesús de Nazareth. Creo que la institución, en sí, junto con todas sus ramificaciones, no se ha caracterizado por su honestidad ni por su integridad. Sin embargo, como el bello personaje de Unamuno, ¿quién soy yo para enlodar el corazón sencillo de la gente que busca paz espiritual y quiere ser buena acercándose a algo más grande? 
 
Y entonces pienso en que es en momentos así cuando las narraciones escritas por hombres y mujeres de recta consciencia pueden ayudarnos a estar en el mundo más allá del ego y la soberbia, sabiendo que en efecto, a veces el silencio vale oro, y que la sencillez del corazón puede siempre ser nuestra mejor recompensa. 
 
Gracias don Miguel de Unamuno, por la lección de la vida que cada palabra suya ofrece a quienes nos acercamos a su obra con la mente y el corazón abiertos, solo a la espera de que nos los abra un poquito más cada vez. Realmente recomiendo la lectura de este bello y breve libro a todos aquellos que muchas veces acompañan sus dudas religiosas con arrogancia y sentimientos de superioridad. Y que cada uno saque sus propias conclusiones. 
 
Ojo: y no he vuelto a ser católica ni cosa parecida. Tan solo me considero humana, y en proceso. 
 

miércoles, 26 de mayo de 2021

peliteñidas


Por razones que no detallaré aquí, confieso y confirmo que no soy afín a los regímenes neoliberales ni mucho menos a sus triquiñuelas ni a quienes, diciéndose de 'izquierda' han sido, son y serán funcionales a la derecha. Pero este artículo no trata precisamente de eso. 

Ocurre que el día de las elecciones de Presidenta de la Asamblea aquí, en Ecuador, el mal llamado 'Presidente' Lenin Moreno publicó en Twitter una felicitación a su coidearia (suponiendo que la traición y el muñequeo fueran ideas) que incluía una fotografía de ella, más joven. En dicha foto, la señora Guadalupe Llori, representante del movimiento, partido o lo que sea, Pachakutik, o sea indígena, mostraba una cabellera teñida con rayitos rubios. 

Lo critiqué en facebook, sí. No critiqué el hecho en sí de teñirse. Critiqué el hecho de que ella, una mujer que se dice indígena (luego me hicieron saber que sus padres son colonos), se tiña de rayitos rubios.

Bueno, me cayeron. Me dijeron racista porque pienso que una mujer indígena no puede teñirse de rubio, y lo digo. No es así. Una mujer de cualquier etnia puede teñirse el cabello de cualquier color cuando se le pegue en gana. Pero... todo gesto habla. Y el gesto de una mujer de cabellera oscura que se tiñe de rubio habla en favor del cabello rubio, o del deseo de tenerlo. Si se hubiera teñido de azul, como Lucía Bosé, no habría problema, es una actitud rebelde, iconoclasta, creativa... Pero una mujer que no solo se dice 'indígena', sino que además pertenece a un partido político de raigambre idem... ¿pintándose los rayitos rubios para esconder las canas? Pero la racista soy yo, que quede bien claro. 

En general, los reclamos venían más de mujeres que de hombres. Y el hombre también lo tomó como que yo afirmaba que una mujer indígena no podía lucir una cabellera rubia. Como dije más arriba, pueden hacer lo que se les venga en gana con su cabello o cualquier otra parte de su organismo. Eso es de cada una y no está bien ni mal. Pero me sigue llamando la atención que alguien que se dice indígena opte por teñirse del color de cabello de quienes sojuzgaron y sujuzgan a su pueblo. ¿Dónde queda la consecuencia? 

Sin embargo, lo que más me llamó la atención son los comentarios de mujeres en el post, defendiendo el derecho a teñirse, saltando como canguil ante la crítica a una cosa pensando que estaba criticando otra. Simplemente vieron un rechazo al hecho de teñirse el cabello y no lo pudieron resistir. 

Recuerdo entonces la reacción de una compañera de trabajo cuando decidí que ya no escondería más mis canas con tinte: se enojó conmigo un día corrido. ¿Por qué? No sé. Juro que nunca pensé en hacerle nigún daño con tan ingenua actitud. ¿Será que le molestaba que una mujer más joven que ella luciera una cabellera cada vez más blanca? Pues para mí seguirá siendo uno de los más grandes y terribles enigmas de la humanidad. 

¿Por qué son las mujeres tan suceptibles a este tema? Y digo son porque, a pesar de ser mujer, la verdad para mí no le hace que se tiñan o no el cabello. El tema con la señora Llori se debía a otros motivos, a otras razones y a otras visiones de la vida. Pero explicar que no critico el hecho de teñirse, que no ataco a la señora de cabellera gris que se la tiñe de caoba, de rubio, de verde o de rosado sino una inconsecuencia de base con lo que se es y se dice ser... pues termina en que soy racista, sexista y que no tengo sororidad. 

Y convénzales de lo contrario. No se puede. No sé si en el corazón de las amigas que comentaron mi post quejándose por la supuesta crítica al cabello teñido anidan los mismos conceptos, visiones y sentimientos que en la amiga que se ofendió cuando dejé de teñirme el cabello. ¿Qué parte de su seguridad femenina sienten atacada? ¿Qué cosa horrible representa para las mujeres que se tiñen el cabello una que deja de hacerlo o creen que lo critica? ¿Por qué es falta de sororidad advertir una incoherencia en una dirigente que se dice indígena pero se tiñe rayitos rubios? ¿Será preferible criticarle que lee en voz alta como una niña que estaría terminando -sin honores - el segundo año de EGB? 

No sé. Lo que siento es que en el fondo el color del cabello y sus múltiples sentidos y significados también ha llegado a ser una de las muchas burkas invisibles que las supuestamente libres e independientes mujeres de esta parte del mundo nos vemos obligadas a portar. 

 [En la foto Janine Añez, exdictadora de Bolivia, cuyos acusados rasgos indígenas contrastan con el tono de su cabello, pero ella por lo menos no se autoidentificaba como indígena.]